Hace una semana mi viejo se me acerca y me cuenta la triste noticia de que había desaparecido Micaela en Gualeguay. "Ella es la hija de Yuyo, mi primo", me dice sin saber como yo lo iba a tomar. Tratando de recordar su cara de la ultima vez que la había visto en Concepción del Uruguay, veo las primeras movilizaciones en las redes sociales. Qué ventaja de la comunicación, pienso. Comparto algún enlace para que mis amigos quizás lo lean, pero cada acción que realizo para concientizar sobre esta situación me lleva a pensar cada acción que no realicé cuando supe que se había perdido una chica de su misma edad o un fuerte abrazo que no le pude dar a algún amigo de Lola Chomnalez, que apareció sin vida en Valizas hace casi dos años. Lo primero que hago es mandarle un mensaje a mi abuela, que es con la que mantengo más contacto. Quiero que sepan que estamos enterados y preocupados, pero me pregunto si yo debería estar allá. Vivir esta situación con mayor cercanía me trae mas sorpresas y me obliga a pensar sobre qué rol debo tomar. ¿Cuánto de mi vida puede influir en la desgracia de Micaela? No podía evitar pensar en esta situación en los momentos en los que estaba solo. Pasados algunos días seguía siendo tema en la mesa pero solo podíamos estar pendientes del caso. Qué hijo de puta el juez que lo dejó en libertad condicional al primer sospechoso, si es que fue el que cometió el crimen. No puedo confiar en la justicia, pero llego a mi casa y tanteo de a ratos entre TN y C5N de todos modos. Aprendo un poco de ella: militaba en la JP, jugaba al vóley y estudiaba Educación Física. El viernes, casi una semana después de su desaparición, asisto a una protesta en Plaza de Mayo para hacer presencia y acercarme al tema, donde conozco a sus compañeras de militancia e incluso gente totalmente desconocida con una foto de ella en el pecho (no copábamos ni un octavo de la plaza). Es fuerte estar acá. ¿siempre se hacen estas protestas y yo no me entero o simplemente me olvido de las redes? Tengo la oportunidad de conocer al padre de Natalia Melmann, una chica de 15 años que violaron y mataron en el año 2001, que afirma asistir desde hace 16 años a todas las protestas que quieren hacer justicia por crímenes como el de su hija. Me pone la piel de gallina escuchar su experiencia y la fortaleza que crece en la gente a la que le toca vivir tal desgracia. Una militante de su partido habla con mi viejo y le explica emocionada cómo era Micaela; "La negra era un cuadro. Ella siempre estaba presente con la gente que quería y que la acompañaba. Ella estaría en esta marcha ahora mismo gritando 'ni una menos'" (dentro de lo que recuerdo). Un grupo de mujeres se acerca hacia el micrófono en el acto y cuenta sobre Araceli, una adolescente que desapareció en el partido de San Martin el mismo sábado pero que no pudo llegar a los medios por la desventaja de no militar en un partido político. La culpa y el juicio me vuelven a atormentar otra vez.
El sábado a la mañana encuentran el cuerpo de Micaela: me da tristeza pero no me sorprende. Me enoja mucho que no me sorprenda, que me haga acordar a otras situaciones. Las personas responsables de los femicidios tienen la libertad de hacerlo. El estado es responsable, no destituyen a los jueces y a los funcionarios que amparan esta violencia. Micaela ya no estaba más en ese limbo de existencia, el terror de la desaparición (que es perversa, la muerte por lo menos nos brinda una tranquilidad rara). "El cuerpo estaba desnudo, semienterrado en un descampado, a unos dos kilómetros de la ruta 12". Fue en ese momento que me di cuenta que la desgracia fue quitarle la vida a una mujer virtuosa que un día decidió aportar algo a mi sociedad, ya que nunca más va a poder salir a luchar por lo que quiere, escuchar como suena su canción favorita con la gente que ama o recibir el consuelo de su madre.
Estos párrafos son lo que me sale escribir y de esta manera me animo a decir lo que no pude antes. Ojalá su finalidad sea mitigar mis sentimientos de frustración, aunque no la sé. Lo único que puedo afirmar es que hoy esta es una carta sobre Micaela, y no para Micaela.
Voy a apoyar a la familia y amigos en toda lucha y, como su padre afirmó ayer en las noticias, "el dolor tiene que servir para cambiar la sociedad" (cómo ella pretendía).
Guido.